Delito de desobediencia
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06/06/2020En el contexto de desescalada en el que nos encontramos, ¿qué es (lo) bueno? ¿Qué virtud debería cultivarse para gestionar, nuestras emociones , el cauce por el que tienen que discurrir, para así garantizar que llega con fuerza a la desembocadura y acrece adecuadamente al océano?
Nietzsche nos diría que “ser valiente es (lo) bueno”. Y J.A. Marina añadiría que “valiente es aquel a quien la dificultad o el esfuerzo no le impiden emprender algo justo o valioso, ni le hacen abandonar el propósito a mitad del camino”. Es el que “actúa, pues, [a pesar de] la dificultad, y guiando su actuación por la justicia, que es el último criterio de la valentía”.
No es característica de algunos. Se aplica absolutamente a todos.
Tampoco se trata de una cualidad que requiera emular gestos heroicos o épicos. Homero nos ofrecía en “La Ilíada” diferentes niveles de profundidad para entender lo que es el “coraje” y su conexión con la libertad y la virtud. El heroísmo no es la ausencia de miedo; tanto Aquiles como Héctor experimentan el miedo, y ejércitos enteros caen presos del pánico en la Ilíada. Es cierto sin embargo que, parafraseando la cita de Tagore, muchos hombres (o mujeres) valientes (o que se creen valientes), se complacen en el despliegue de su propia energía y ellos mismos crean sus festivales, esto tampoco lo queremos.
Pero si la virtud (justicia) es el último criterio del valiente, la gestión del entramado de nudos emocionales al que nos lleva la desescalada no puede ser, en ningún caso, sólo una cuestión de números o indicadores, somos héroes que en la búsqueda de la justicia, tenemos el coraje de ser valientes, pero con miedos, que gestionaremos para seguir viviendo.